Después de la repentina y estrepitosa caída en valor de Bitcoin a finales del 2017 e inicios del 2018, muchos pensaron que al dejarse en descubierto el supuesto vacío que se encontraba detrás de su especulación, las criptodivisas quedarían en desuso antes de siquiera haber sido adoptadas. Sin embargo, la crisis mundial por la pandemia del 2020 demostró que las criptodivisas están más vigentes que nunca.
Las criptodivisas vienen en muchas variantes y el número de opciones va en un acelerado aumento. Dos que son representativas son Bitcoin y Ethereum, pero eso no significa que no haya otras que se estén consolidando. Hay ciertos aspectos que hacen atractivo a las criptomonedas, pero que no todas comparten. Uno de esos aspectos es el hecho que son descentralizadas, es decir, que no existe un poder central que controle su emisión y distribución. Así mismo, la posibilidad de hacer pagos al instante sin importar la jurisdicción de las partes, y con comisiones ínfimas, son otro aspecto que las hacen atractivas. Por otro lado, el hecho de que la identidad de sus tenedores y de sus transacciones estén protegidas por algoritmos criptográficos, dan un velo de invisibilidad que deja mucho a merced de la moralidad de sus usuarios.
Lo que parece se ha evidenciado, es que estamos a vísperas de una siguiente revolución paradigmática de que es una divisa. Una revolución comparable a la que nos llevó a dejar de lado los trueques, valorizando los intercambios en monedas cuyo valor provenía del metal precioso que las constituía. Una revolución que hizo que dejemos las pesadas monedas metálicas adoptando los billetes basados en un patrón oro. Una revolución como la que nos llevó a dejar ese patrón oro de lado y aceptemos en su lugar el valor proveniente de un pacto social respaldado por industrias nacionales. Una revolución como la que nos llevó a dejar esos billetes físicos por una representación totalmente digital en tarjetas de crédito y débito, y más recientemente, incluso en aplicaciones red. Esta siguiente revolución, una vez adoptada, establecerá divisas absolutamente digitales y dependientes principalmente del pacto colectivo de quienes las usen. Esto desplazará a los poderes centralizados e instituciones financieras y tributarias, debilitando el control y la fiscalización, con todas las ventajas y desventajas que eso verterá en la civilización humana.